Memorias

28.Feb.2013 / 10:57 am / Haga un comentario

Prensa PSUV.- El 27 de febrero de 1989 es recordado por la población venezolana como un día trágico que marcó para siempre el destino de la nación. El país transitaba por su peor momento económico, político y social; el entonces, recién electo presidente de la República, Carlos Andrés Pérez, anunció una serie de medidas económicas que repercutían directamente en el pueblo, conocidas popularmente como “el paquetazo”.

Liberación de precios, desempleo, desabastecimiento, especulación, entre otros factores de opresión neoliberal, a los cuales se le sumó un elemento que detonó el furor popular: el aumento de la gasolina, que dos días más tarde trae como consecuencia el aumento del pasaje, lo que fue intolerable para las masas populares, quienes se volcaron a las calle a manifestar con ira su rechazo a dichas medidas que correspondían a las condiciones establecidas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), deteriorando aún más la calidad de vida del pueblo venezolano y comprometiendo la soberanía nacional a intereses extranjeros.

Guarenas es el escenario donde comenzó el denominado “sacudón” a raíz del aumento del pasaje, el pueblo enardecido no solamente se volcó contra las unidades del transporte público, sino también contra los pequeños, medianos y grandes establecimientos comerciales. La noticia se regó como pólvora y se repitieron los hechos en toda la ciudad capital. El pueblo cansado de la opresión económica , utilizó el saqueo como expresión espontanea y visceral pero con grandes connotaciones políticas, que generó en definitiva un quiebre en la historia del puntofijismo y constituye un parto histórico de un nuevo proceso revolucionario.

El gobierno adeco de Carlos Andrés Pérez en su desesperación, criminalizó las acciones iniciadas por el pueblo aquel 27 de febrero. El recién instalado gobierno adeco de la cuarta República no pudo comprender ni supo interpretar estas expresiones del pueblo y tomó la decisión de suspender las garantías constitucionales, volcando todo el poderío coercitivo del Estado contra la población. Aquella osadía popular tuvo sus costos, dejó, al menos, 3 mil hombres y mujeres sembrados en las calles de Caracas (cifras extraoficiales), pero también le costó a la partidocracia puntofijista el poder.

El Estallido social, un presagio inevitable

Victor Pinto

Víctor Pinto, quien hoy tiene 49 años de edad, es abogado de la República y militante del PSUV, relata su vivencia de aquellos días que marcaron un hito en la historia venezolana:

“Yo pude presagiar el estallido social, porque en la bodeguita que quedaba atrás uno veía cómo iba incrementando el precio de la harina pan, el precio del queso, el precio del café, alimentos básicos en la dieta de los sectores populares. Uno se preguntaba ¿Cómo va a hacer la gente para comer?”, argumentó: “Porque la harina de maíz en ese momento costaba 1,50 y en menos de cuatro o cinco días el incremento era muy violento y pasó de 1,50 a 6 bolívares, y si mal no recuerdo llegó hasta 9 bolos”.

Para el año 89 Pinto vivía en el sector Casalta, parroquia Sucre de Caracas; narró que aquel 27 de febrero vio “a toda la gente, tanto de Casalta I, Casalta II y Casalta III, llevando cosas para sus casas y veía esas escenas que se ven en las fotos, de personas llevándose una res; eso se veía por todos lados”, dijo.

“Yo recuerdo que ese día me tocó buscar a un primo que vivía en la casa y trabajaba en la fábrica Duncan de Los Ruices, ubicada en la autopista de Catia dirección Los Ruices, estaba trancada, pude encontrarlo y de regreso me devolví por La Cota Mil; cuando pasamos por la Pastora cerca del sector El Polvorín, aquello era un hormigueo de gente y gente cargando muchas cosas”, describió el abogado, quien para ese momento apenas contaba con 25 años de edad.

“El día siguiente (28 de febrero) en la mañana me toca buscar a un hermano en Antímano, y estaba la gente sacando harina pan, me paré y también agarré mi bulto de harina y lo monté en el carro, fui a buscar a mi hermano y cuando íbamos bajando me percaté que estaban sacando aceite y le dije ¡coño ahora están sacando aceite! y él me respondió, – ¿pero estás loco?, ¡Están matando gente!, ¡Que aceite un coño!”, cuenta recordando aquella reacción de su hermano.

Pinto comenta que ese día llegaron a Casalta preocupados porque ya todo había sido saqueado el día anterior (27F), por lo que surgió una gran preocupación, ya no había comida en ningún lado.

“Conseguimos un depósito de unos chinos y nos metimos allí con vecinos de Casalta I a buscar comida, y encontramos cosas con precios viejos que estaban guardadas para oprimir al pueblo”. De inmediato Pinto recordó que el acaparamiento fue un signo recurrente de aquellos “días de opresión neoliberal que se dieron antes de ese estallido”, manifestó.

Continuó el relato, “llegó la PTJ (Policía Técnica Judicial) al sitio y vieron tanta gente que no pudieron desalojar la zona, lo que les quedó fue decir: ¡bueno organícense!”, comentó mientras sonreía, porque reconoce que tuvo suerte, sobre todo después de ver varios actos de represión en el sector Propatria, Catia, por parte de la Policía Metropolitana (PM) contra la población civil.

Expone que posterior a esos días ocurrió trueques entre los vecinos, “había gente que tenía más harina y otros que tenían más queso, y así se intercambiaban las cosas y uno se abasteció, porque lo que se podía presumir en esos días era que no se iba a conseguir comida durante un buen tiempo, mientras el comercio se restablecía”.

Subrayó: “En ese momento ocurrió una opresión alimentaria que detonó con el alza del pasaje. Alegó que “en ese tiempo el salario mínimo solo alcanzaba para el pasaje, la gente trabajaba para cubrir ese gasto, por eso es que cuando estalló la rabia del pueblo, en Guarenas, fue sencillamente porque incrementó el pasaje, la gente no lo podía pagar, a diferencia de hoy día”.

Consideró que este suceso constituye el quiebre del puntofijismo, indicó que “Carlos Andrés Pérez ganó de una forma abrumadora y en menos de un mes estaba en el piso, lo que más tarde lo llevó a salir del poder”. Para el abogado socialista es importante que “la juventud trate de conocer bien el pasado. Los escuálidos dicen que el chavismo a cada rato está hablando del pasado, pero es que hay que hacerlo, porque como dijo algún filosofo por ahí, quiénes no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo, y por eso hay que recordarlo para que este no vuelva y no se repita jamás”.

Una respuesta espontánea

Julio Madriz

Julio Madriz, historiador graduado en la Universidad Central de Venezuela (UCV), tiene actualmente 50 años de edad, relata que esos días se vivieron momentos muy fuertes que respondieron a las medidas tomadas por un gobierno que representaba a una élite política y social del país : “Yo era bombero, estaba entregando guardia, cuando vi el movimiento, lo primero que dije -esto es una insurrección- y salí a la calle, no con el ánimo de saquear, sino de salir a la calle a enfrentarme a las autoridades. Mi actitud ocasionó un rechazo en la comunidad (San José del Ávila), porque la policía estaba dejando saquear y yo iba en contra de esos funcionarios”.

“Incluso los policías hasta organizaban las colas”, dijo Madriz. “La gente habló conmigo, me dijo que me quedara tranquilo, que la policía estaba dejando saquear, y así fue como quedaron los negocios a nuestra merced”, exclamó.

El historiador asegura que el sacudón “fue una respuesta espontánea y popular, no fue ninguna respuesta organizada como se dijo, porque como en esos días había llegado Fidel Castro a la toma de posesión de Carlos Andrés y decían que había dejado grupos del G2 cubano en Venezuela, y que fueron quienes organizaron este tipo de acciones pero no, esto fue una respuesta del pueblo ante las medidas económicas”, enfatizó.

El día 28 de febrero “nosotros saqueamos en el supermercado Central Madeirense que está al final de la avenida Fuerzas Armadas, en San Luis, yo estaba con mi pareja, ella entró a saquear porque la policía estaba dejando saquear sólo a las mujeres, de repente como que hubo una contraorden o quizás fue parte de ese sadismo que mostraban los cuerpos represivos del Estado contra los sectores populares, y comenzaron a lanzar lacrimógenas dentro del local”.

Al encontrase en esa situación Madriz ingresó al establecimiento en búsqueda de su compañera, “me faltaba el aire, me estaba asfixiando –acotó- y fue mi compañera quien que me rescató a mí”, recordó con buen humor.

Para ese entonces Madriz tenía 26 años, sus familiares vivían en la parroquia Caricuao. Señaló que al día siguiente (29 de febrero) se trasladaron al hogar de sus parientes, “y como en ese momento no había bancos ni cajeros funcionando, pagamos un taxi con parte de lo saqueado, un pedazo de carne y unos enlatados”.

“Una vez en Caricuao nos reunimos varios compañeros que coincidíamos desde hace algunos años en el ámbito político e intentamos hacer algunas cosas pero no, la voluntad de la gente era saquear y eso casi después se convirtió en una fiesta… ah! pero al poco tiempo vino la parte represiva del gobierno del Estado burgués y decretaron toque de queda, en la tarde uno no podía asomarse a una ventana ni siquiera porque te lanzaba plomo la policía”, refirió el exbombero.

Madriz asegura que el único saldo político que dejó este enfrentamiento fue cuando se dio la respuesta en el año 1.992; sin embargo mantiene su posición de que en “las masas populares siempre tienen que haber organización para poder lograr un saldo político, porque en esa oportunidad lo que hubo fue el enfrentamiento, hubo la revuelta, el sacudón, la insurrección, pero en su momento no hubo saldo político real para la transformación de la sociedad”.

En su reflexión el también militante del PSUV recalcó que “indudablemente el 27 de febrero fue una respuesta espontánea del pueblo pero si se presentara una nueva situación de esta magnitud debemos tener mayor control político de la situación y ver las consecuencias que nos puede traer el saqueo, porque ya no deberíamos saquear las bodegas de los sectores populares, sino que iríamos a los centros comerciales, los grandes centros comerciales donde ellos tienen sus intereses, ¿Quiénes son ellos? La burguesía pues”, concluyó Madriz.

Texto: Edwin Velásquez

 

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